sábado, 20 de noviembre de 2010

BIOTECNOLOGIA AL SERVICIO DEL TERCER MUNDO

¿Es posible una biotecnología agrícola al servicio del Tercer Mundo?

Según expertos, muchos países del Tercer Mundo no necesitan tanto las biotecnologías de última generación basadas en el ADN recombinante, cuanto apoyo a técnicas intermedias, como la clonación y micropropagación a partir de cultivos de tejidos, fusión de protoplastos, fermentación, etc., que pueden acomodarse más fácilmente a su capacidad de I+D e integrarse en programas tradicionales de mejora vegetal y elaboración de alimentos.

Como dijimos, una de las biotécnicas más accesibles para el Tercer Mundo, y que ya está teniendo un efecto positivo, es la de cultivo de tejidos y micropropagación clonal, que está introduciendo variedades de elite de alto valor añadido y libres de patógenos en muchos mercados de Asia, Latinoamérica e incluso de África.

Uno de los factores que más inciden de modo negativo sobre la productividad en los países pobres, especialmente en el África subsahariana, es la pérdida de cosechas por plantas parásitas muy invasoras. Algunos han propuesto que este problema se podría paliar notablemente mediante dos tipos de medidas: introducción de genes de resistencia a herbicidas en las variedades locales de plantas de cultivo (de modo que permitiría sustituir la eliminación manual de malas hierbas) junto con una política de precios más altos para favorecer el empleo de técnicas "occidentales" que mejoren los rendimientos. La medida te.cnológica tiene dos inconvenientes de partida: las grandes multinacionales agroquímicas no parecen estar muy interesadas en estos mercados tan pobres, y por otro lado haría que estos países tuvieran que invertir en técnicas de rociado de las plantas con herbicidas, algo que no suele estar a su alcance. Sin embargo, se está investigando un enfoque más sencillo y barato, consistente en repartir a los agricultores semillas previamente impregnadas en el herbicida; cuando las semillas germinan se aplica una sola dosis de dicho herbicida, que elimina a las plantas parásitas. Este tipo de estrategia se encuentra, sin embargo con una serie de paradojas: la gran industria occidental no vería con buenos ojos una técnica que permite disminuir la aplicación de sustancias químicas a niveles 20 veces inferiores a los de la técnica del rociado repetido, pero no hay que olvidar que aun ganando menos porcentajes que en los países ricos, esto les podría abrir nuevos mercados (y además, sería el primer paso para que los campesinos de los países pobres pudieran ir desplazándose hacia el uso semillas híbridas y de fertilizantes). En el otro frente estarían los "verdes extremistas", que han llegado a pedir la prohibición de suministrar estas nuevas biotecnologías al mundo en desarrollo porque para ellos la Ingeniería Genética aliada con la aplicación de herbicidas es sinónimo del mal absoluto, pasando por alto que se podrían aliviar graves problemas de hambre, al menos durante una fase transitoria que permitiera el "despegue" hacia otras estrategias. La verdad es que en muchas áreas la única alternativa es dejar las cosas como están, es decir, que las mujeres realicen la ímproba e ineficaz tarea de eliminar manualmente las malas hierbas, para comprobar que en la siguiente estación de cosecha el problema sigue intacto. Las secuelas están a la vista: se abandona el campo invadido por malas hierbas y se roturan territorios vírgenes (a menudo en valiosos Parques Nacionales), las mujeres siguen sin salir de su deplorable situación, y muchos hombres emigran a las ciudades, con todo lo que conlleva de problemas familiares, sociales y sanitarios.

La Red Africana de Biociencias, reunida en Costa de Marfil en 1992 examinó el papel de la biotecnología en la resolución de la crisis alimentaria africana. He aquí algunas de sus conclusiones:

-Una de las prioridades es la de obtener variedades de maíz aptas para las necesidades y habilidades de los campesinos pobres.

-Igualmente es deseable la obtención de cowpea que crezca erecto, que evitaría la contaminación por patógenos del suelo.

-Apoyo a los intentos del IITA (Instituto Internacional de Agricultura Tropical) y de investigadores de Nigeria de desarrollar variedades de arroz tolerantes a la salinidad.

-Encarar el problema de las pérdidas posteriores a la recolección, que suponen un 40%. Habría que crear líneas de cultivos capaces de soportar la gran humedad y elevada temperatura del trópico.

Ejemplos recientes de proyectos biotecnológicos avanzados relacionados con el Tercer Mundo:

-Arroces transgénicos resistentes al virus del moteado amarillo (RYMV). Este virus, endémico de África, provoca grandes pérdidas de hasta casi el 100% en los arrozales sometidos a irrigación. La mejora tradicional por hibridación fue incapaz de generar líneas resistentes, pero recientemente, por ingeniería genética se han logrado variedades (de distintas procedencias geográficas) resistentes a este patógeno.

-Maíces resistentes al virus del estriado (MSV): en este proyecto actúa como intermediario el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agro-biotecnológicas (ISAAA), e implica la colaboración entre varios equipos africanos (de Kenia y Sudáfrica) y el Centro John Innes (Reino Unido), con financiación de la Fundación Rockefeller, y transferencia de tecnología por parte de la multinacional Novartis.

-Se está intentando crear variedades de plantas resistentes a sequía, para impulsar la productividad de las amplias zonas semiáridas del continente.

-Otro ejemplo de colaboración es el desarrollo de patatas dulces resistentes a cierto virus, proyecto en el que participa el Instituto de Investigación Agrícola de Kenia (KARI), con financiación de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) y la empresa Monsanto. Proyectos semejantes, siempre con variedades locales, se están poniendo en marcha con bananas, caña de azúcar y frutos tropicales (véase Wambugu, 1999).

-Variedades de maíz y trigo resistentes al aluminio, aptas para crecer en suelos tropicales con altos contenidos de este metal.

-Variedades de mandioca (género Manihot) con bajo contenido en cianuro. La mandioca de la que se deriva la tapioca, es el alimento básico de cientos de millones de africanos, consumiéndose sus hojas y raíces. El procesamiento de la mandioca (frita, hervida, en polvo o fermentada) lo realizan mayoritariamente las mujeres, y tradicionalmente comenzaba con la maceración en agua del tubérculo pelado o machacado, durante 6 o 7 días, con lo que se diluye el cianuro que contiene de forma natural. Recientes prácticas de acortar ese periodo han conducido a numerosos casos de intoxicación, de ahí el interés de las cepas bajas en cianuro.

-En breve puede que se comercialice una variedad de batata (patata dulce) diseñada por ingeniería genética para mejorar su calidad proteica.

-Un grupo de investigación argentino ha logrado a partir de variedades de patatas sudamericanas, versiones transgénicas resistentes a varios patógenos (virus, hongos y bacterias, incluyendo la destructiva Erwinia).

-La banana y el plátano han sido renuentes a la mejora por métodos clásicos, debido en buena parte a que la mayoría de los cultivares comerciales son triploides. Mediante ingeniería genética, un grupo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) han logrado plantas resistentes al hongo que más pérdidas ocasiona. Por otro lado, en el Instituto Boyce Thompson de Investigación Vegetal están en camino de lograr variedades comerciales que incorporan antígenos de Escherichia coli causantes de diarreas (frecuentes en los trópicos y con gran incidencia sobre todo en la población infantil), de modo que puede que en breve tengamos deliciosas vacunas comestibles.

-Como se sabe, el arroz es la dieta esencial de cientos de millones de personas, especialmente en países asiáticos. Pero el arroz, desgraciadamente contiene sólo pequeñas cantidades de hierro y nada de vitamina A, por lo que una monodieta resulta, a la larga, en problemas en malnutrición. Se están desarrollando variedades de arroz ricas en beta caroteno (precursor de la vitamina A) y hierro, que podrían mejorar la alimentación de esta porción tan significativa de la población mundial. (En la actualidad hay unos 180 millones de niños que sufren carencias de vitamina A, con 2 millones de muertes anuales, y mil millones de personas que sufren de anemia de origen alimenticio).

Según Wambugu, el gran potencial de la Biotecnología para incrementar la productividad en Africa estriba en su "tecnología empaquetada en la semilla", porque asegura beneficios sin que se tengan que cambiar las prácticas locales de cultivo. Sin embargo, ello no se logrará mientras no haya más implicación nacional e internacional en mejorar plantas que a menudo no interesan a las empresas del primer mundo, mientras no se aclaren los derechos de patentes y se evite la competencia desleal y la explotación de los consumidores locales por las multinacionales. Si queremos que la biotecnología tenga futuro en las zonas más pobres, habrá que tener mucho cuidado con los equilibrios entre las tendencias proteccionistas, necesarias para cierta fase de despegue, y las liberalizadoras que permitan la plena entrada en los mercados mundiales. La biotecnología en el Tercer Mundo no tendrá ninguna repercusión positiva sin la puesta en marcha de políticas adecuadas, sin el fortalecimiento de la educación y las infraestructuras, sin el apoyo a las comunidades locales, y sin la adecuada y decidida colaboración entre entidades públicas y privadas del mundo desarrollado y en vías de desarrollo.

Un ejemplo de las posibilidades de la biotecnología en el Tercer Mundo, y simultáneamente, de la necesidad de más colaboración con los países desarrollados, lo tenemos en la mandioca. A pesar de la importancia como alimento básico para tantos millones de personas, no hay más de 50 científicos en todo el mundo involucrados en su investigación. Pero se pueden entrever algunas promesas con una iniciativa reciente: Hace 10 años se aliaron el norteamericano ILTAB (Laboratorio Internacional para la Agricultura y Biotecnología Tropical), el colombiano CIAT (Centro Internacional para la Agricultura Tropical) y la Red de Biotecnología de la Mandioca (una federación de científicos, pequeñas empresas y criadores) para emprender la cartografía de esta planta (ya se cuenta con 300 marcadores moleculares). Se desarrollaron sistemas de transformación genética, y como primer fruto (aunque aún en fase de pruebas) se lograron líneas resistentes al virus del mosaico de la mandioca. Si todo va bien, se esperan incrementos de 10 veces en la productividad.

No se puede descuidar en ningún momento el mantenimiento de la biodiversidad cultivada de los países en desarrollo, para lo que es preciso en primer lugar comprender las razones históricas, culturales y económicas que han permitido las extraordinarias mezclas de variedades. Y en todo caso, habrá que contar con las comunidades locales e indígenas para la adopción de nuevas variedades que no pongan en peligro estilos de vida valorados por ellos. Iniciativas como redes informales de intercambio de semillas, ferias agrarias, proyectos de demostración, etc.

Otro enfoque complementario es incentivar la dedicación de los mejoradores tradicionales a las necesidades locales, mediante métodos participativos en los que los técnicos atiendan a los objetivos de las propias comunidades, en estrecho contacto con ellas durante el desarrollo del proyecto (Tuxill, 1999). Por ejemplo, los técnicos seleccionaban nuevas variedades a partir de razas locales, con los rasgos deseados por los campesinos; los agricultores visitaban la estación agronómica para seleccionar material de los ensayos, y ellos mismos realizaban los experimentos duplicados de rendimientos con sus propios métodos. Incluso los métodos de evaluación son participativos, dejando que sean los agricultores los que determinen las variedades que finalmente mejor cumplían sus intereses. Es interesante repasar algunas de las conclusiones de estas experiencias (Sasson 1998, p. 304-308):

-Los campesinos atendían sobre todo a múltiples rasgos, y no concedían una importancia excesiva al rendimiento en grano.

-Los campesinos, especialmente las mujeres, podían dar información detallada de rasgos pos-cosecha, tales como capacidad de molturación del grano, gusto, capacidad de evitar la sensación de hambre del grano cocido tras ser ingerido, etc. Está muy claro que los agricultores hacían evaluaciones muy precisas de lo que apreciaban en las variedades, de un modo que sería difícil de hacer en un programa tradicional.

-Se podía promover la difusión de nuevas variedades por los métodos que tradicionalmente han asegurado la dispersión de diversidad genética cultivada, si bien hay que completarla con métodos comerciales más formales.

Los métodos participativos que parecen funcionar bien en áreas rurales marginales pueden igualmente adaptarse al contexto socioeconómico de sistemas de producción más favorables de los países en desarrollo, acelerando igualmente la diseminación y sustitución de variedades. Ello se puede lograr adaptando los sistemas de extensión agraria ya disponibles. Desgraciadamente, no se está sacando partido de este enfoque tan prometedor, en parte por la poca ayuda institucional, que sigue yendo a parar a los programas clásicos, si bien algunos centros del sistema CGIAR están emprendiendo formas de mejora participativa.

NOMBRE:Alexander sayago Maldonado C.I:16232455
EES seccion:1

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